Aplicando la inteligencia, el hombre puede hacer frente a cualquier peligro. Solo cuando el miedo oscurece la inteligencia, el hombre puede fracasar.
El miedo puede obedecer a múltiples factores: Miedo a perder, a lo conocido, a lo desconocido, a arriesgarse, etc. El miedo nos impide emplear nuestras facultades libremente convirtiéndonos en pobres e indefensas víctimas de nuestro terror.
Solo mediante la serenidad de pensamiento podemos dominar el miedo.
El hombre sereno da importancia a todo pero para él nada es imprescindible. Lo único que le importa es la vida. Lo demás ocupa el lugar de un complemento.
Si la desdicha nos hostiga, debemos meditar con serenidad, sobre las causas que la provocan. Si apartamos la causa, desaparecerá el efecto.
Mientras hay serenidad, hay salud.
Los peligros de la vida son incidentes pasajeros, fantasmas que hacen temblar al hombre que no puede dominarse.
El hombre inteligente se hace dueño de las circunstancias y no permite que lo dobleguen.
La timidez es una enfermedad producida por debilidad de los centros nerviosos.
Puede tener su raíz en causas diversas. Educación deficiente, humillaciones, vida sedentaria, aislamiento, incomunicación, etc. La timidez se basa en una impresión de insuficiencia personal, grabada en nuestra mente desde la infancia o producto de un hecho posterior que nos ha colocado en una situación de inferioridad ante los demás.
En cualquier caso, la timidez es una aberración cerebral que podemos contrarrestar fortaleciendo el sistema nervioso por medio de una sana alimentación, a base de vegetales, evitando las bebidas alcohólicas y cualquier tipo de estimulantes. Los paseos al aire libre, los baños de río o mar y la higiene cerebral obrarán milagros en muy poco tiempo.
Debemos tener en cuenta que todos tenemos alguna imperfección, pero también todos estamos dotados de algo que nos hace superiores en determinadas cosas. Esta realidad nos coloca en una posición de igualdad ante los demás y quita de nuestra mente la idea de insuficiencia y con ello el complejo de timidez y sus consecuencias.
Esto es válido para cualquier tipo de relación: comercial, social familiar.
Se debe callar lo que no se debe decir y decir lo que no debemos callar. La manera de expresarnos hará que nuestro interlocutor se convierta en amigo o enemigo.
Siempre que hablemos, debemos hacerlo sin rabia ni violencia. Evitando mostrarnos presumidos ya que puede interpretarse como un desafío o un reto.
Cuando callamos también debemos ser cuidadosos, porque hay silencios que hablan por sí mismos.
Recordemos las frases: El que calla otorga, hay silencios que valen más que mil palabras o La palabra es plata y el silencio es oro. Cuando nos mantenemos en silencio, si bien no aclaramos nada, tampoco complicamos nada.
La virtud de saber callar es uno de los mejores medios para escalar a una posición más elevada, ya que depende del dominio que podamos adquirir sobre nosotros mismos al saber callar en el momento justo.